Desde Igualia, cada vez que trabajamos en diagnósticos y planes de igualdad, invitamos a las organizaciones a promover el uso del lenguaje inclusivo, pero ¿por qué las palabras que utilizamos son tan importantes?  ¿Qué impactos tiene el uso o la ausencia del lenguaje inclusivo?

La evidencia científica y la realidad muestran que lo que se denomina masculino genérico, es decir, utilizar términos masculinos de forma neutra desde la perspectiva de género, no se lee de manera genérica y neutra. En la mayoría de los casos se lee únicamente como masculino y eso trae profundas consecuencias, que cruzan las fronteras del lenguaje.

La escritora británica Caroline Criado Pérez en su libro “La Mujer Invisible” presenta amplia evidencia al respecto, citando numerosas investigaciones y estudios. Primero, las mujeres somos menos proclives a postular a trabajos y a desenvolvernos bien en las entrevistas laborales si en el anuncio del empleo se utiliza el masculino genérico. Una investigación realizada por Erin Oldford, profesora e investigadora en Memorial University, sugiere que modificar el lenguaje de las ofertas de trabajo puede ayudar a mejorar la diversidad de género de los solicitantes de empleo, particularmente en campos dominados por hombres.

 

Lenguaje inclusivo

 

Segundo, cuando se emplea el masculino genérico para profesiones es más probable que creamos que en dicha profesión predominan los hombres. Es decir, si mencionamos palabras como “político”, “ingeniero” o “profesor”, lo primero en lo que pensamos es en hombres ejerciendo esos roles, aunque trabajen mujeres en dichas áreas.

Tercero, cuando se emplea el masculino genérico es más probable que se proponga a candidatos masculinos para empleos y cargos políticos. Es decir, ese pensamiento en figuras masculinas se traspasa a la realidad y es más probable proponer y priorizar a varones para dichas posiciones.

Y cuarto, el masculino género distorsiona los resultados de estudios científicos. Una investigación de 2015 de Vainapel, Shamir, Tenenbaum y Gilam analizó el sesgo inherente a los informes de estudios psicológicos y encontró que el uso del masculino genérico en los cuestionarios afectaba las respuestas de las mujeres, distorsionando en potencia la interpretación de los resultados, La investigación llegó a la conclusión de que su uso “puede reflejar diferencias irreales entre mujeres y hombres que no aparecerían en una versión en lenguaje de género natural o neutro del mismo cuestionario”.

En síntesis, el lenguaje no inclusivo afecta nuestra vida cotidiana, nos margina de oportunidades y es parte de ese invisible techo de cristal que cubre el mundo laboral de las mujeres. El lenguaje inclusivo es, por ende, una forma de actuar, de cambiar la realidad y de avanzar hacia un mundo laboral más igualitario.

 

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