La matrescencia es neurobiología y consiste en el cambio que se experimenta al ser madre, un cambio físico, emocional y social. Ya no se es la misma, el cerebro cambia en el embarazo de manera irreversible y, con ello, las prioridades y necesidades. Pero el mercado laboral aún tiene mucho que aprender para integrar este hecho, por lo que hoy aún se espera una incorporación al 100%, a pesar del que mínimo el 70% del cerebro esté centrado en el bebé.
A diferencia de otros animales, los seres humanos nacemos indefensos y totalmente dependientes, lo que conocemos como exterogestación. Después del parto, los neonatos necesitan acabar de desarrollarse fuera del útero durante los segundos nueve meses, tras los cuáles, aunque la pequeña persona todavía no se vale por sí misma, se han desarrollado ciertas habilidades que evitarán que muera con facilidad. Teniendo en cuenta que las madres deben incorporarse al trabajo a las 16 semanas, estas necesidades no se cubren. Por ello es importante que las empresas sean conocedoras de estos sucesos, no para ir contra del sistema, sino para aportar y responsabilizarse según la capacidad de cada persona.
Otro foco de desconocimiento es que España está a la cola de Europa respecto a la licencia remunerada disponible para las madres. Las 16 semanas con que cuenta la madre no concederían a ella y al bebé el tiempo necesario para que se pueda establecer un vínculo básico en la crianza humana, tal y como apunta la evidencia científica en el campo de la neurobiología del apego. Estas semanas son un obstáculo y un disuasorio de los 6 meses de lactancia exclusiva que la Asociación Española de Pediatría y la OMS recomiendan, y que muchas mujeres desean llevar a cabo.
Hablando de lactancia, es importante tener presente que no sólo hacemos referencia al tiempo que se invierte en dar el pecho, sino también el agotamiento físico y psicológico que genera, quemando 600 kcal diarias. Esto se suma a las exigencias culturales, que aún hoy hacen de la mujer la cuidadora principal del hogar, lo cual genera una carga extra que desemboca, en ocasiones, en no atender al bebé como se necesita por tener que prestar atención a otras tareas. Además, se añade el componente psicológico y emocional generado cuando no se consigue instaurar la lactancia con éxito, teniendo que hacer uso de métodos alternativos en el momento de la incorporación laboral. Todo esto tiene un impacto sobre la salud mental, que durante el puerperio ya es delicada de base.
La leche materna es comida, medicina y comunicación, por ello no se debería indicar fecha límite por ningún sistema u organización. Como mínimo, las empresas deberían, dentro de sus posibilidades, facilitar la lactancia durante los 6 meses imprescindibles que se recomiendan desde los diferentes organismos de la salud. Un ejemplo de medidas es favorecer el acceso de bebés en el entorno laboral, en cualquiera de sus ámbitos, inclusive dando el pecho durante la jornada laboral.
Sin embargo, el cambio laboral pasa por el cambio social. Dar el pecho en público en España todavía no está aceptado, y son las instituciones y organizaciones las que pueden fomentar el cambio aceptando que la alimentación natural de las recién nacidas ocurra en sus instalaciones. Otra iniciativa que se puede poner en marcha en muchas empresas, y que ya se viene utilizando en otras, es facilitar espacios de cuidado infantil como las llamadas “guarderías”.
Según la BBC, numerosas mujeres tienen miedo de ser vistas como no productivas una vez son madres, o de que esté en riesgo su puesto de trabajo o su posible ascenso. Por ello, en ocasiones encontramos casos de mujeres que ocultan su maternidad debido a que se ha considerado que las madres están menos comprometidas y son menos competentes en un entorno laboral. Está demostrado que no se les tiene en cuenta para los ascensos con más frecuencia que los padres y tienen menos probabilidades de ser contratadas que las mujeres que no son madres. También cuando hacen uso de derechos disponibles, se enfrentan a más prejuicios y es más probable que sean encasilladas en roles con menos responsabilidad.
Por otro lado, hay que tomar en consideración las familias monoparentales, que tendrán bebés que no gozarán de las 32 semanas de cuidados de las que sí disfrutarán los bebés de familias biparentales. No podemos olvidar tampoco aquellas que seguirán sin tener derecho a ningún apoyo económico por parte del Estado, ya que nacen de madres sin empleo formal o con empleos precarios, que no tienen la cotización suficiente a la Seguridad Social para tener derecho al permiso por maternidad. Este derecho tampoco se les otorga a las mujeres profesionales cuya mutualidad no contempla esta prestación, ni a las mujeres en cargos públicos de representación sin convenios especiales con la Seguridad Social.
Una vez más, se pone de manifiesto que las personas con nivel socioeconómico alto tienen más oportunidades de empleo y de mejor calidad, por lo que, además de sus privilegios, estas personas sí se verán beneficiadas por estos permisos.
La violencia económica hacía las mujeres existe aún en nuestro mercado laboral, y las direcciones de las empresas deben responsabilizarse, especialmente de las brechas salariales de género que aún pueden ver en sus registros retributivos. La realidad de hoy es que aún el 86.6% de las mujeres solicitan excedencias sin remunerar y reducciones de jornada para el cuidado, mientras que los hombres tramitan más permisos por nacimiento remunerados.
Por ello es imprescindible que se proteja a las familias en uno de los momentos más frágiles, que es el nacimiento de un bebé. Se debe trabajar para encontrar la forma de implantar políticas que encajen con la maternidad y crianza, y que ser madre y empleada sea compatible.