Stella Díaz
“Se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres, que ahora se les está discriminando a ellos”
Lejos de ser, en base, una afirmación paradójica, es lo que opinan un 44,1% de los hombres en España, según una encuesta realizada por el CIS a principios de año. [1]
La percepción de estos hombres viene del desarrollo del feminismo institucional y la consecución de políticas de protección de las mujeres en su proceso de emancipación y de apoyo al desarrollo de la igualdad, que nos ha dado espacio en la esfera pública, ya sea en el ámbito laboral o en los derechos que nos dan voz y por los que somos escuchadas.
La impresión generalizada que han podido tener los hombres es la de obligación de “recolocación” en este espacio para ellos, lo que crea una reacción de rechazo al cambio. La renuncia de estos privilegios se siente como un ataque que provoca un sentimiento de desconcierto e inadaptación a los nuevos roles que se les exigían, lo que se traduce en mecanismos de resistencia a la pérdida de su estatus de superioridad y hegemonía.
Las mujeres nos sentimos responsables de hacernos merecedoras de estos derechos, en parte por nuestro papel tradicional de cuidadoras y educadoras. El problema radica en que la realidad de estos nuevos privilegios otorgados a las mujeres viene acompañada de las cargas históricas de responsabilidad con los que ya contábamos las mujeres.
La carga mental del espacio privado se suma a las obligaciones laborales del espacio público, lo que puede desembocar en el llamado Síndrome de la Super-Woman [2]. Las mujeres nos enfrentamos a una presión abrumadora para equilibrar los roles profesionales con las responsabilidades familiares y domésticas. La sociedad acepta la incorporación de la mujer en la esfera pública productiva, pero no se compromete a trabajar en los cimientos básicos de los problemas estructurales con los que nos encontramos, lo que implica un tratamiento laboral desigual o que, al menos, no beneficia a la integración de las mujeres de una forma real.
Esta situación se agrava aún más con la aparición del síndrome de la impostora[3], provocando una sensación constante de miedo hacia ser descubiertas como un fraude y de no merecer sus logros profesionales.
La combinación de estos dos conceptos crea una atmósfera de autoexigencia inaguantable y de constante autocritica, reforzada por la culpa de no poder cumplir con todas las expectativas impuestas tanto en el ámbito laboral como en el personal.
Esta situación desemboca en abandono de la carrera laboral, siendo el detonante la sensación del abandono de las responsabilidades familiares de nacimiento, cuidado y dependencia de las/os hijas/os.[4]
Es fundamental que puedan ofrecerse medidas de conciliación y corresponsabilidad desde las empresas como uno de los aspectos centrales de las condiciones de trabajo y como uno de los elementos clave para obtener entornos laborales más equitativos, ya que desde la cultura empresarial se puede crear tendencia en el discurso cultural; siendo esta la base de un cambio social real y duradero.
[1] PERCEPCIONES SOBRE LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES Y ESTEREOTIPOS DE GÉNERO. (Muestra total) AVANCE DE RESULTADOS TABULACIÓN POR VARIABLES POLÍTICAS Estudio nº 3428 Noviembre 2023
[2] Díaz Calvarro, J. M. (2019). Los sesgos de género en el sistema financiero y tributario español: Propuestas de solución. IUS ET VERITAS, (59), 94-103. https://doi.org/10.18800/iusetveritas.201902.006
[3] El síndrome de la impostora ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas? Élisabeth Cadoche Anne de Montarlot
[4] EL ABANDONO VOLUNTARIO DEL MERCADO DE TRABAJO, JUAN PRIETO RODRÍGUEZ Universidad de Oviedo