Hace unos días asistimos a uno de los eventos históricos de nuestro país en el mundo del deporte cuando la selección absoluta femenina de fútbol se proclamó campeona del mundo 2023, tras pasar de octavos en la clasificación por primera vez en su historia.
El gol de Olga Carmona a la selección de Inglaterra marcó lo que sería una victoria de épicas proporciones no sólo para la selección, sino para todas las mujeres que día a día reivindican su posición en el mundo del deporte y unas condiciones equiparables a sus homólogos masculinos. Tras un año de incesante polémica y reivindicación de mejora de condiciones por parte de las jugadoras, este triunfo pone de manifiesto la necesidad de establecer cambios que supongan un avance para el deporte femenino, libre de estereotipos de género.
Más que nunca se puso de manifiesto esta necesidad de cambios cuando, durante la entrega de medallas a la selección ganadora, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, agarró de la cara a una de las jugadoras y la besó en la boca en un claro gesto forzoso y sin consentimiento.
Resulta inaceptable que se den este tipo de comportamientos, que ponen en evidencia la realidad de la violencia que aún hoy en día sufren las mujeres en el mundo del deporte. Luis Rubiales, desde una posición de superioridad jerárquica y de poder sobre la jugadora Jenni Hermoso, inicia un contacto físico sin consentimiento ni deseo por parte de la jugadora (en este caso un beso), lo cual lo convierte automáticamente en una agresión sexual.
Las propias palabras de la jugadora durante un ‘live’ en redes sociales una vez dentro del vestuario muestran la indefensión de su situación: “no me ha gustado […]. Pero, ¿qué hago? Mírame a mí”.
Tras lo sucedido, la respuesta mediática y en redes sociales ha sido inmediata. Muchas personas tachan la actitud de Rubiales de lamentable e intolerable, mientras que algunos medios se dedican a quitar hierro a la situación utilizando adjetivos como “desafortunada” o “sacada de contexto”.
Lo cierto es que la gravedad de lo acontecido no se queda únicamente en el acto de violencia sexual cometido por Rubiales, sino que se extiende a todas aquellas reacciones que normalizan los hechos y los excusan usando argumentos como “es algo normal entre amigos” o “se debe a la emoción del momento”. Algunas personas han ido tan lejos como afirmar que “estamos muy sensibles” y “sacamos todo de quicio”.
Estas intolerables declaraciones ponen de manifiesto lo normalizado que encontramos el machismo en nuestra sociedad y en el deporte, y cómo hay personas que son capaces de aceptar una acción penada por ley como “normal” cuando se trata de una mujer, cuando esto no debería ser ni objeto de debate. No recuerdo haber visto a Rubiales dando un beso en la boca a ningún jugador masculino durante la celebración de otros títulos.
Después del impacto generado por esta acción, el propio Rubiales ha emitido un video de “disculpa” por lo acontecido. “[…] Hay un hecho que tengo que lamentar, y es todo lo ocurrido entre una jugadora y yo” así empieza el discurso de Luis Rubiales en una lamentable excusa de disculpa en la cual el presidente de la federación no solo no asume la verdadera responsabilidad de sus actos, sino que expresa poca o ninguna autoconciencia y la clara disposición a disculparse por motivos otros que el verdadero arrepentimiento, con frases como “seguramente me he equivocado” o “fuera parece que se ha montado un revuelo y […] hay gente que se ha sentido dañada. Tengo que disculparme, no queda otra”.
Más alarmante resulta pensar en que, tal y como Rubiales afirma en dicho comunicado, “aquí lo veíamos como algo natural y normal […] con ninguna mala fe”, lo cual nos hace preguntarnos, no sin preocupación, qué otras conductas de violencia sexual tienen que sufrir jugadoras y otras mujeres del mundo del deporte porque desde la cultura del machismo este tipo de comportamiento es normal.
Me permito aquí la licencia de mencionar un vídeo que circula por internet de una noticia por allá por los años ’90, donde los medios entrevistaban a señores de la calle hablando del maltrato hacia sus esposas, y de cómo estos señores alegaban que en el matrimonio esto era ‘normal’.
No, señores, la violencia machista no es normal y besar a una jugadora en contra de su voluntad y deseo, y a la fuerza, no es normal.
Y no olvidemos mencionar que esta no es la única acción de Rubiales que desentona en esta final, sino que a lo largo del partido tuvimos que ver cómo se agarraba los genitales en un gesto obsceno y fuera de lugar durante la celebración, o cómo tras la polémica ocasionada por su propia acción calificó a las personas que lo criticaban de “gilipollas” e “idiotas”.
Después de todas estas lamentables acciones, inaceptables, fuera de lugar e inexcusables, sólo nos queda preguntarnos qué va a pasar con Luis Rubiales. Son muchas las personas que están pidiendo su destitución o dimisión haciendo un llamamiento directo al ministro de deporte y a la propia Real Federación Española de Fútbol.
Lo cierto es que, siguiendo sus propias políticas internas, la misma Real Federación cuenta con un protocolo de actuación frente a la violencia sexual que especifica en su apartado 4 (situaciones, actitudes y comportamientos relacionados con la violencia sexual), besar a la fuerza como contacto físico constituyente de violencia sexual. Este mismo protocolo califica estas actitudes como “inaceptables” y, especifica, “conllevarán consecuencias inmediatas.”
Esto se ve reforzado también en su código ético, donde expresa su intolerancia a las conductas de acoso sexual de cualquier tipo a cualquier persona.
En vista de esto, cabe esperar que sea la propia federación quien, en cumplimiento de su normativa interna, tome acciones contra Luis Rubiales que deben ser proporcionales a la gravedad de sus actos, y que aseguren la protección y amparo de todas sus jugadoras y trabajadoras. De no ser así, estaríamos hablando de una institución que incumple su propio protocolo y falta al cumplimiento de la ley, pudiéndose enfrentar a la responsabilidad penal correspondiente.
Es hora de empezar a actuar con contundencia ante estas situaciones impresentables, asumir responsabilidades desde las instituciones, reivindicar posturas y establecer consecuencias que apoyen los principios de integridad y libertad. Situaciones como la vivida durante esta final del mundial no pueden ser aceptadas ni por las instituciones ni por la sociedad, ni tampoco esperar a que sea la persona afectada quien determine su importancia.
Sin deseo ni consentimiento hay agresión sexual, sin lugar a la discusión.
Queda en manos ahora de esta Federación, o del ministro de deporte en última instancia, determinar el futuro de Luis Rubiales en la RFEF, quien ha demostrado no sólo no estar a la altura del cargo, sino cuánto camino más nos queda por avanzar para alcanzar un deporte femenino pleno, libre de violencia y con un lugar propio donde la consecución de méritos no vaya acompañada de machismo, desigualdad y acciones deplorables.