Artículo escrito porLaura Abril, Responsable de Consultoría y RRHH.

En febrero de 2018, Natalie Portman fue la encargada de anunciar los nominados a “Mejor Director” junto con Ron Howard. Recibió más de una mirada hostil y algún que otro jadeo de sorpresa y horror cuando indicó frente al micrófono una realidad, “Y aquí están los nominados, todos hombres”. Pese a que la industria se había sacudido en 2017 con el movimiento #metoo, parecía que aún no estaba preparada para enfrentar ni esas ni otras acusaciones en lo que tenía que ver con el ámbito de la mujer y la perspectiva de género.

La mujer en la industria audiovisual


La realidad es que las mujeres en el cine son pocas y, cuando están, no son reconocidas. Y no lo dice solo Natalie Portman, lo dicen los números y la cantidad de investigaciones al respecto. De hecho, es una realidad ampliamente denunciada en EEUU (Lauzen,  2020a, 2020b), España (Cuenca, 2018, 2019; Semana Internacional del Cine de Valladolid [SEMINCI], 2018), Francia (Ayu-so, 2020), o Reino Unido (British Academy of Film and Television Arts [BAFTA], 2020).

Los estudios que periódicamente publica la Asociación de Mujeres cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) revelan que las mujeres ocupan tan solo el 30% del total de puestos de trabajo en las plantillas implicadas en largometrajes.  Si nos centramos en la producción, en 2019 tan solo el 17% de los largometrajes europeos fue dirigido por una o varias mujeres, frente al 80% dirigidos exclusivamente por hombres. En Estados Unidos, el 23% del personal que trabajó en las películas más taquilleras de 2019 fueron mujeres. Aun siendo poco, este dato supone el máximo registro de los últimos años.

¿Y qué pasa con el resto de medios audiovisuales?

En España, en televisión, las mujeres representaban en 2013 el 31% de la plantilla del conjunto de producciones de ficción emitidas en horario de máxima audiencia. Esta cifra no ha cambiado en los últimos años, ya que según indica el Instituto de la Mujer, en el conjunto de las series más vistas en 2018-2019, la proporción de mujeres trabajando se mantenía en el 33%.

Pero incluso aunque se alcanzase la paridad absoluta en el conjunto audiovisual, aun queda mucho camino que recorrer. Existen áreas de especialización que se encuentran altamente feminizadas (todas aquellas especialidades feminizadas históricamente, que suponen un 75% de las mujeres empleadas en maquillaje y peluquería, y un 83% en vestuario, por ejemplo) y otras altamente masculinizadas, en especial todas las que están centradas en las tareas técnicas (donde el 86% del sonido, el 90% de la fotografía, o el 84% de los efectos especiales, se hacen por hombres) (Cuenca, 2019).

Ahora, además, la producción audiovisual se encuentra frente a un cambio ya que las plataformas digitales o servicios de streaming están suponiendo una gran fuente de consumo y audiencia en el panorama español.

Sin embargo, tal como señala el estudio realizado por Jessica Izquierdo-Castillo y Teresa Latorre-Lazaro, a pesar de que la cultura de algunas plataformas cuente con políticas en materia de género e igualdad internas, su implantación en España no ha provocado un impacto significativo en la mejora de la relación laboral de las mujeres profesionales en el sector. Es decir, la industria audiovisual española sigue manteniendo (pese a estos nuevos operadores como Netflix, Amazon, HBO, etc…) estructuras altamente masculinizadas. Las mujeres ocupan menos puestos de trabajo que los hombres en las producciones audiovisuales. De hecho, las autoras indican que de cada diez empleos las mujeres no llegan a ocupar cuatro (Izquierdo-Castillo J. y Latorre-Lázaro T., 2021).

En definitiva, los medios audiovisuales son un reflejo de nuestra sociedad, y por tanto de las desigualdades que existen en el sistema. Éstas se reflejan también en los servicios de streaming, en el contenido que ofrecen los medios audiovisuales, en quien escribe y dirige, así como en quien toma las decisiones o quien peina a los protagonistas de nuestra serie preferida.

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